1st movement (Allegro affettuoso) of the Piano Concerto in A minor, op. 54, by Robert Schumann (1845) -- performance by Martha Argerich and the Leipzig Gewandhaus Orchestra.
I fell in love with this piece when I was 14. I found it incredibly exciting and moving, with such gorgeous tunes, wonderful rhythmic drive, and such a powerful, turbulent affect. This was an experience I wanted more of! And because of it I sought professional training as a Classical musician.
Fast forward 50 years (yikes)….my musical paths have taken me far, far from Romantic orchestral music, and I haven’t heard or even thought about Schumann in years. I am driving north on the 405, and the Piano Concerto comes onto KUSC. I listen with increasing confusion in my heart until finally, shortly after the wonderful, electric Coda section begins at 12:34, I burst into violent tears. I had to turn the radio off so I wouldn’t have an accident.
What happened?
I wept because I can no longer tolerate the social and economic apparatus that has given Classical music so much prestige over the centuries. I can no longer stand concert halls and what they represent, and my blood boils when I think about my own training as a Classical musician: the way white privilege was coded into that training at every level, the deep confusion between discipline and abuse.
But... that training, those values are inextricably tangled up with everything that makes it possible to hear beautiful music like this. You can’t have one without the other.
My confusion and grief are maybe a little similar to running across a former lover that you left because you finally realized they were bad for you and they’d never change.
You did the right thing. But they can still make your heart ache so much.
1er movimiento(Allegro affettuoso) del concerto en La menor , op. 54, de Robert Schumann (1845) -- interpretado por Martha Argerich y la Orchestra Gewandhaus de Leipzig.
Me enamoré de esta pieza cuando tenía 14 años. Me conmocionó, me emocionó. Tenía melodías tan ricas, un impulso rítmico maravilloso, un afecto poderosamente turbulento. En fin, una experiencia que quería repetir. Por eso iba a buscar formación profesional como músico clásico.
Saltemos 50 años (¡híjole!) … los caminos musicales me han conducido muy lejos de la música romántica de orquesta; no he escuchado ni siquiera pensado en Schumann durante años ya. Estoy manejando en la 405 hacia el Norte, y la pieza suena en la radio, en KUSC. Escucho con una confusión creciente en el corazón hasta que, pocos momentos después de que empiece la sección de la Coda -- tan eléctrica, tan fuerte -- en 12:34, me rompo en un llanto violento. Tuve que apagar la radio para no chocarme con otro carro.
¿Qué pasó?
Me eché a llorar porque no puedo tolerar nunca más los aparatos sociales y económicos que han prestado tanto prestigio a la música clásica durante siglos/ Ahora no puedo aguantar las salas de concierto y lo que representan; la sangre me hierve al pensar en mi propia formación como músico clásico, donde el privilegio blanco daba forma al entrenamiento en cada nivel, y reinaba una confusión profunda entre la disciplina y el abuso. Y aquel entrenamiento, esos valores están enmarañados con todo lo que hace posible una música bella como ésta. No puedes tener esto sin aquéllos.
Mi estado de confusión y dolor es tal vez parecido a lo que pasaría si te toparas con un ex-amante, quien dejaste porque por fin te diste cuenta de que te hacía daño, y que nunca iba a cambiarse.
Hiciste lo correcto. Pero todavía te puede doler tanto el corazón.